Ansiedad en niños y adolescentes
- Silvana Gómez
- 5 may
- 2 Min. de lectura
“Me duele la barriga”, “no quiero ir al colegio”, “¿y si algo malo pasa?”, “no puedo dormir”...
Muchos niños y adolescentes viven con ansiedad sin saber que eso es lo que sienten. A veces se les ve inquietos, irritables o con problemas para concentrarse. Otras veces parecen simplemente distraídos, callados, con quejas físicas constantes o con miedo excesivo a equivocarse.
La ansiedad no siempre se muestra como nerviosismo. A menudo se camufla en el cuerpo, en el rendimiento escolar, en los conflictos con otros o en el silencio.

¿Qué es la ansiedad y por qué aparece?
La ansiedad es una emoción natural que nos ayuda a prepararnos para enfrentar peligros o retos. El problema surge cuando esa alarma se activa sin motivo real, o de forma exagerada y constante.
En niños y adolescentes, esto puede tener raíces biológicas, temperamentales, familiares o contextuales (como presión académica, bullying, separación de los padres, duelos, etc.).

Señales que pueden pasar desapercibidas:
Dolores físicos frecuentes (cabeza, estómago) sin causa médica clara.
Dificultades para dormir o terrores nocturnos.
Miedos excesivos o poco realistas (accidentes, enfermedades, quedarse solos).
Reacciones intensas ante errores o cambios.
Necesidad constante de aprobación.
Evitación de actividades sociales o escolares.
Llanto fácil, irritabilidad o aislamiento.
¿Qué hacer como adultos?
Escuchar sin juzgar ni minimizar. Validar su emoción es el primer paso para que se sientan comprendidos.
Nombrar lo que sienten. A veces no dicen “tengo ansiedad”, pero sí “siento un nudo en la garganta”. Ayudarlos a ponerle nombre calma.
Crear rutinas seguras. La ansiedad necesita estructura, anticipación y contención.
No forzar, pero sí acompañar. Empujarlos con afecto, sin sobreproteger ni presionar.
Consultar a un profesional. No todo malestar necesita terapia, pero si interfiere con su día a día, sí merece atención especializada.

Un mensaje final
La ansiedad no define a los niños ni a los adolescentes. No es debilidad, ni es culpa de nadie. Es una señal de que hay algo que necesita ser atendido. Con información, amor y acompañamiento, pueden aprender a comprenderse, regularse y encontrar seguridad dentro de sí.
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